8. Lo
magnífico y lo bello son dos alicientes que ejercen un poderoso imperio sobre
los corazones; pero la utilidad hace más que conmoverlos, pues triunfa de
ellos casi siempre, aún a despecho de las más fuertes repugnancias. Prescinde,
por un momento si quieres, de la excelencia y necesidad de la Santa Misa;
¿podrás, sin embargo, prescindir de apreciar la suma utilidad que ella
proporciona a los vivos y a los muertos, a los justos y a los pecadores,
durante la vida, en la hora de la muerte y aún más allá de la tumba?
Figúrate
que eres aquel deudor del Evangelio que, cargado con la enorme deuda de diez
mil talentos y llamado a rendir cuentas, se humilla en presencia de su
acreedor, implora su indulgencia, y pide un plazo para satisfacer
cumplidamente sus obligaciones: Patientiam habe in me, et omnia
reddam tibi[1].
Y he ahí lo que en realidad debes hacer que tienes, no una,
sino mil deudas que satisfacer a la Justicia
divina. Humiliate y pide de plazo
para pagarlas el tiempo que necesitas para oír la Santa Misa,
y puedes estar seguro de que
por este medio satisfarás cumplidamente todas
tus deudas. (SANTO TOMÁS, 1.2., q. 102, a. 3, ad 10).
El Angélico
doctor SANTO TOMÁS explica cuáles son nuestras
deudas u obligaciones para con Dios, y entre
ellas cita especialmente cuatro, y todas son infinitas.
La primera,
alabar y honrar la infinita majestad de Dios, que
es digna de honores y alabanzas
infinitas.
La segunda,
satisfacer por los innumerables pecados que hemos cometido.
La tercera,
darle gracias por los beneficios recibidos.
La cuarta,
en fin, dirigirle súplicas, como autor y dispensador
de todas las gracias.
Ahora
bien: ¿cómo se concibe que nosotros, criaturas miserables que nada
poseemos en propiedad, ni aún el aire
que respiramos, podamos, sin embargo, satisfacer deudas de tanto
peso? He ahí el medio más fácil y el más
a propósito para consolarnos y consolar
al mundo. Procuremos asistir con la mayor atención
al mayor número de Misas que nos sea posible;
hagamos celebrar muchas, y por exorbitantes que sean nuestras deudas, por más
que sean sin número, no hay duda que
podremos satisfacerlas completamente por medio del inagotable
tesoro de la Santa Misa.
A fin de que
estés mejor instruido acerca de estas
deudas, y que tengas de ellas el conocimiento
más perfecto posible, voy a explanarlas
una por una, y seguramente te llenarás de inefable consuelo al ver las
preciosas utilidades y las riquezas inagotables que puedes sacar de la mina
que te descubro, para satisfacerlas todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario