domingo, 12 de abril de 2020

Cap I. Art III. § 1. Nos hace capaces de pagar todas las deudas que tenemos contraídas con Dios


8. Lo magnífico y lo bello son dos alicien­tes que ejercen un poderoso imperio sobre los corazones; pero la utilidad hace más que conmoverlos, pues triunfa de ellos casi siempre, aún a despecho de las más fuertes repugnan­cias. Prescinde, por un momento si quieres, de la excelencia y necesidad de la Santa Mi­sa; ¿podrás, sin embargo, prescindir de apre­ciar la suma utilidad que ella proporciona a los vivos y a los muertos, a los justos y a los pecadores, durante la vida, en la hora de la muerte y aún más allá de la tumba?

Figúrate que eres aquel deudor del Evan­gelio que, cargado con la enorme deuda de diez mil talentos y llamado a rendir cuentas, se humilla en presencia de su acreedor, im­plora su indulgencia, y pide un plazo para satisfacer cumplidamente sus obligaciones: Patientiam habe in me, et omnia reddam ti­bi[1]. Y he ahí lo que en realidad debes hacer que tienes, no una, sino mil deudas que sa­tisfacer a la Justicia divina. Humiliate y pide de plazo para pagarlas el tiempo que nece­sitas para oír la Santa Misa, y puedes estar seguro de que por este medio satisfarás cum­plidamente todas tus deudas. (SANTO TOMÁS, 1.2., q. 102, a. 3, ad 10).

El Angélico doctor SANTO TOMÁS explica cuáles son nuestras deudas u obligaciones para con Dios, y entre ellas cita especialmente cuatro, y todas son infinitas.

La primera, alabar y honrar la infinita ma­jestad de Dios, que es digna de honores y alabanzas infinitas.

La segunda, satisfacer por los innumera­bles pecados que hemos cometido.

La tercera, darle gracias por los beneficios recibidos.

La cuarta, en fin, dirigirle súplicas, como autor y dispensador de todas las gracias.

Ahora bien: ¿cómo se concibe que noso­tros, criaturas miserables que nada poseemos en propiedad, ni aún el aire que respiramos, podamos, sin embargo, satisfacer deudas de tanto peso? He ahí el medio más fácil y el más a propósito para consolarnos y consolar al mundo. Procuremos asistir con la mayor atención al mayor número de Misas que nos sea posible; hagamos celebrar muchas, y por exorbitantes que sean nuestras deudas, por más que sean sin número, no hay duda que podremos satisfacerlas completamente por medio del inagotable tesoro de la Santa Misa.

A fin de que estés mejor instruido acerca de estas deudas, y que tengas de ellas el co­nocimiento más perfecto posible, voy a explanarlas una por una, y seguramente te llenarás de inefable consuelo al ver las preciosas utili­dades y las riquezas inagotables que puedes sacar de la mina que te descubro, para satis­facerlas todas.



[1] Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. (Mt. 18,26). (N. del E.).

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